martes, 13 de mayo de 2014

Historia Corta Número 4: Vivir tus Miedos (Parte 2)

Y, por muy valiente que hubiese nacido, el miedo, era algo que afectaba a todo mi ser. Pero deba concentrarme. Esto, no es real.
Cuando crucé el umbral de la puerta, seguí como una ola de calor dentro de mí. La frente la tenía empapada de sudor, que me limpié con el dorso de la mano.
Me di cuenta, que la puerta me había llevado a una habitación barroca, con formas curvas y columnas salomónicas. Era increíble. Las ventanales del fondo, trasmitían una luz que me cegaba, y tuve que entornar los ojos para ver el movimiento que había ante mí.
Al centro de la estancia, un piano de cola emitía un tema desconocido para mí. Un niño, de unos siete años, movía sus dedos sobre el teclado, haciendo que parecieran bailarines sobre un escenario.
El niño, estaba de espaldas a mí, pero su ropa, tenía un ambiente de la estancia. Aquella época era anterior a la mía.
¿Pudiera ser que la mansión me hubiera hecho viajar en el tiempo?
No lo creo. Y allí yo, otra vez creyéndome los estúpidos encantos de la maldición Blackbood. Puede que lo controlara, pero cada vez se me hacía más difícil y caía en la trampa. El chico siguió con el tema, y me acerqué. Al dar el tercer paso, los dedos del niño teclearon a la vez las teclas una nota grave, que me asustó.
-¿Qué haces aquí?-decía, la voz era más madura que su cuerpo, pero seguía teniendo pigmentos de infancia.
La pregunta era dirigida hacia mí, que respondí claramente.
-He venido buscando una puerta azul, ¿sabes dónde está?
-Claro, claro que lo sé.
El chico estaba de espaldas a mí, pero pude notar como esbozaba una sonrisa. Se levantó del banco y se puso delante de mí, con las manos atrás. Era pálido, y tenía la cara redonda. Sus ojos azules me llamaron mucho la atención, pues parecía que el iris se movía, como si un mar viviera dentro de ellos. Aquel chico me transmitía confianza, pero seguía teniendo esa sensación de miedo.
-¿Y puedes decirme dónde está?-le pregunté, arrodillandome, y poniendo el peso sobre una pierna, para poder estar a la misma altura que él.
Él negó con la cabeza. Sabía lo que significaba eso, una prueba de la mansión. Tenía que estar alerta.
-Deberías irte-me aconsejó el niño antes de que yo pudiera contestarle-, a mamá no le gustan las visitas.
-¿Quién es tu madre?
-Mi madre se llama Magdalena, aunque es más conocida como Sra. Blackblood.
Tragué saliva, y me di cuenta de que tragué bilis. Así que estaba en la casa de los verdaderos Blackblood, y ellos todavía están vivos. Suponía que aquel chico, era el hijo de menor de la familia, al que oía yo desde mi habitación gritar en las noches de luna llena. Mis pulsos y mi respiración se peleaban para ver quien se movía más rápido. Entonces oí unos pasos, procedentes de detrás de una puerta de madera.
-Ahí viene, y está enfadada-el chico empezó a hacer pucheros, y las lágrimas se le acumularon en los ojos-,  viene a por ti-dijo elevando la voz-, si no te vas te hará daño-los pasos se acercaban cada vez más-, hazme caso, ¡HUYE!
Cogí al niño del cuello de la camisa, y lo levanté en peso.
-NO, NO VOY A HUIR.
El chico eliminó las lágrimas por una sonrisa maléfica. los ojos, se le convirtieron en un negro azabache, que hasta pude ver mi reflejo.
-Entonces date por muerta.
El chico se evaporó, como lo había hecho el nuevo vecino. Y la puerta se abrió, lentamente. El sol que salía por los ventanales desapareció, y dio lugar a una tenue luz de luna. La puerta chirrió, y asomó el faldón de un vestido negro. Y la figura entró. La mujer a la que me encontraba delante era una mujer robusta, y muy pálida, casi pude ver su blanquecina piel brillar en la oscura habitación.
Noté como una huesuda mano me cogía la muñeca, y noté como el peso caía sobre mí.
-¿Para qué has venido?
Me apretaba mucho la mano, y todavía no lograba verle la cara. Me dolía mucho la muñeca por la que me sujetaba, y empecé a luchar con ella, intentando quitarle la mano, pero mis fuerzas fueron en vano. Empecé a gritar,y ella se lanzó encima de mí, me agarró la otra mano con sus huesudos dedos libres.  Las lágrimas empezaban a salir de mis ojos, y notaba como los huesos de los brazos crujían.
-Mi hijo te ha advertido-dijo con una voz, que parecía como si estuviese lijando una pieza de metal-, pero tú te has resistido.
-AHHH, SUÉLTAME, ME HACES DAÑO-empecé a gritar como una histérica, y noté sangre en la garganta de tanto forzar la voz.
-No, no, no, ahora vas a sufrir como una campeona, jajajajaja-su risa era maléfica.
-No, por favor-dije entre lágrimas y gemidos-, no me hagas daño, y SUÉLTAME.
Empecé a gritar, y a hacer fuerza, con lo único que tenía libre  de mi cuerpo, empecé a mover las piernas, pero no llegué a darle, pues la mujer estaba apoyada en mi abdomen. Empecé a mover la cabeza del dolor, un gesto involuntario, y me di un golpe en la sien con el suelo. Noté como un líquido se deslizaba por mi mejilla. Sangre.
Tenía miedo, y... sí, solo eso. Tenía miedo, ninguna otra cosa.
-¿Quieres irte?-me preguntaba.
Sabía que la Sra. Blackblood estaba ejerciendo mucha fuerza, pero su voz no se quebraba en ningún momento. Quería decirle que SÍ, QUE ME DEJARA MARCHAR.
-NO.
-¿Cómo has dicho?
Hice un intento de no llorar, y hablar claro.
-NO, NO PIENSO IRME-grité-, ESTE DOLOR NO ES REAL, ESTA HABITACIÓN NO ES REAL, ¡TÚ NO ERES REAL!
La mujer gritó, y se evaporó. Un alivio recorrió todas las partes de mis brazos. Y respiré hondo. Me incorporé, y me di cuenta, que el piano de cola había sido sustituido por una puerta azul. Me acerqué, pero no tenía fuerzas y me caí. Los brazos, estaban totalmente sanos, el dolor solo había sido producto de mi imaginación, igual que el golpe en la sien. Pero aun así estaba cansada, no quería sentirme así de mal en las siguientes salas... ¿sería mejor que abandonara? ¿a gusto, en mi cama de la casa del Abuelo?
Sonreí. Una mierda.
Levanté la cabeza, y dirigí la mirada a la puerta azul. Me levanté, y empecé a caminar hacia mi próxima sala. Tenía la mano en el pomo,y sentí a mi madre más cerca, por eso, le hablé.
-Mamá, una mierda de casa como esta ya tiene que esforzarse para separamos. Mansión Blackblood, no te tengo miedo.
Giré el pomo y entré.



Lo primero que noté nada más llegar es AGUA. Estaba nadando en medio del mar. No había ninguna roca cerca a la que sujetarme. Oh no, no sé nadar.
Trago saliva, y muevo todas mis extremidades. El sabor salado del agua me llega a la boca y pongo cara de asco.
Sigo moviéndome, nadando como puedo. Intento buscar la puerta azul en alguna isla, pero no se ve ninguna porción de tierra cercana...ni tampoco lejana. Tras lo que me parecieron veinte minutos, seguí dándole patadas al agua. Me entró un ataque de ansiedad. La ropa se pegaba más a mí, lo que me daba incomodidad y pesadez. El agua empezó a moverse con más fuerza, y las olas me golpeaban la cara. Se me metió agua en los ojos y empezó a entrarme la desesperación. Me dolía la cabeza y el agua se metía en mi boca por segundos. Me estaba ahogando.
Empecé a llorar. Estaba cansada. Ya está, esto es el fin.
Dejo de nadar y de oponer fuerza. Me pongo boca abajo en el agua, y espero el momento en el que los pulmones se vacíen y mi cuerpo se descomponga en el océano. Al menos, tendré una muerte digna, como la que quiso tener mi madre...
Mi madre...
Abro los ojos, y veo, bajo el mar, en el fondo lo que tanto buscaba: la puerta azul.
Saco la cabeza a la superficie y tomo el suficiente aire como para poder llegar al fondo, y me sumerjo. Empiezo a nadar, utilizando todas las fuerzas que me quedan. Con forme me voy aproximando me quedo sin oxígeno. Sigo nadando, pero es inútil. Vuelvo a la superficie, y cojo y expulso aire como una loca. Lo vuelvo a intentar, pero no logro llegar, es demasiado para mí.
No me doy por vencida, y me sumerjo de nuevo, con la intención de poder llegar a mi madre lo más rápido posible. Nado, veo la puerta cada vez más próxima, y sigo. El aire se extingue de mis pulmones pero sigo, sin parar. Noto cansancio y veo como los ojos se me cierran, las manos se quedan suspendidas en el agua, y lo único que veo por última vez, es el sol que proyecta la superficie del agua y yo puedo verla.
Solo tengo fuerzas para hacer una última cosa, y es mascullar con los labios mis últimas palabras.
"Lo siento mamá...te quiero"




ESTO NO ES REAL.
Vuelvo a abrir los ojos, y sigo en el agua, pero una cosa es diferente. ¡Puedo respirar!
Claro, esto es producto de mi imaginación, y como es mi imaginación puedo controlar todo este espacio. Cierro los ojos con fuerza y levanto una mano. Lo que quiero es cruzar la puerta sin problema alguno. Lo que consigo es evaporar toda el agua del océano, porque así lo he querido, porque así lo he imaginado.
Y vuelvo a abrir los ojos.
El agua se esfumado. Ya no hay restos de océano ni de agua salada. Y frente a mí, logro ver la puerta azul, que tanto anhelaba. Sonrío, y me dirijo hacia ella.
-Cada vez vas mejorando casita, pero la próxima vez...pónmelo un poquito más difícil.
Y cruzo de nuevo, el umbral de la puerta. Puede que halla sido una tontería vacilar a la casa, pues es ella la que juega con mi mente.
Mamá, ahora o nunca, vas a estar conmigo.



El despertador suena, siempre a la misma hora: 07:30.
Bostezo, y me acurruco otra vez en las sábanas de mi cama. Un momento...
¿Mi cama?
Me levanto rápidamente y veo que estoy en pijama. ¿Cómo es posible?¿ Había sido todo un sueño?¿Mi madre no iba a ser liberada?
Se me escapa una lágrima. Claro, es imposible que una mansión pueda ponerme a prueba.
Bajo al piso de abajo a desayunar, y veo al Abuelo sacando la leche del frigorífico.
-¿Qué tal has dormido?-me pregunta
-Si te soy sincera-empiezo-, peor que nunca.
Empiezo a comerme unos cereales de trigo que siempre compra el Abuelo. Él parece nervioso. le tiemblan las manos al llevar los platos al fregador.
-¿Te encuentras bien?
Él no responde. Se sienta al lado mía y entrelaza los dedos por encima de la mesa. Empiezo a ponerme nerviosa.
Se lleva la mano al bolsillo y saca una pistola. Me la tiende.
Empiezo a respirar rápido. El corazón se va a explotar.
-Dispárame.
-¿Cómo?
-Dispárame.
Su voz es igual que la de siempre, pero no el tono en el que lo hace.
Sé que esto es parte de la mansión, pero es muy fuerte. Sabía que ha sido inútil vacilar a la casa.
Trago saliva, empiezo a llorar desconsoladamente.
-Abuelo no puedo...
-Dispárame.
No puedo.
No puedo.
No puedo.
-No puedo, lo siento.
De repente, el nuevo vecino aparece al lado mío, con cara de pena.
-¿No eres capaz de hacerlo? Mary por favor, es sólo una prueba. Esta y llegas a tu madre. Sabes que no es real.
-No lo entiendes-le digo gritando-, no puedo hacerlo, aunque sea mentira.
-Entonces...¿abandonas?
Asiento la cabeza, y añado:
-Antes muerta que matar a mi abuelo.
El vecino me toca el hombro.
"Antes muerta que matar a mi abuelo".
Claro, eso es.
-No, no, no-le digo y sonrío-. Puedo hacerlo, tengo una idea.
Él sonríe, aunque sé que por dentro está preocupado.
Como hice en la prueba del Agua, soy yo la que mando aquí.
Cojo la pistola con la mano derecha, y a punto directamente a la cabeza de mi abuelo. Cierro los ojos, y me imagino lo que quiero.
Su peso llena mi mano izquierda. Otra pistola. Me llevo el cañón a la sien.
-¿Qué estás haciendo?-me pregunta el vecino.
Sonrío y añado:
-Antes muerta que matar a mi abuelo.
Y aprieto los dos gatillos a la vez.


Me siento totalmente despierta y descansada.
El pelo lo llevo peinado suelto y hacia atrás, además, luzco un vestido blanco, muy cómodo y veraniego. Estoy en un espacio blanco, donde no hay paredes, solo blanco y la nada. Lo único que hay, aparte de yo y de la soledad, es una pequeña columna, donde algo brillante emite una luz celestial.
Me acerco y veo que es una esfera de cristal, encima de una columna dórica.
-Mamá...
Ese era mi pasaporte para el abrazo de mi madre. El deseo por lo que tanto he luchado y tanto he sufrido.
Una voz celestial me habló:
-Enhorabuena Mary, has demostrado valentía y sacrifico por este deseo, por lo que se te otorga a ti. Sólo a ti. Decide con cuidado, y buena suerte...puede que tu prueba, no halla acabado aquí.
Eso me extrañó, pero cogí la esfera y formulé mis palabras, altas y claras. La decisión más importante de mi vida. Esto marcará un antes y un después en mi vida.
-Deseo...que mi madre vuelva a la vida y que sea liberada de esa maldición a la que está retenida.
Formulé mis palabras, y...surgió lo peor...se hizo realidad.
Sí, como lo ves...lo peor.



Epílogo

Todo hechizo y conjuro bueno, tiene algo malo, y viceversa...no podría ser más verdad.
Mi deseo, se hizo realidad, y también la maldición.
Mi madre ha sido liberada, y ha vuelto a la tierra, viviendo con el Abuelo.
Esa es la parte buena, pero he aquí la parte mala.
Yo, no estoy ahí.
La maldición me ha obligado a sufrir mis miedos, como hizo anteriormente, pero esta vez toda la eternidad.
Esta vez, tengo que enfrentarme al peor de mis miedos:
La soledad.
Mi madre me ha olvidado, y mi Abuelo también.
Para ellos, Mary(yo) no existe... a demás de enfrentarme a la soledad, en una habitación oscura de la mansión Blackblood, me tengo que enfrentar al olvido.
Puede que algún día sea rescatada, pero hasta el momento no.
Qué injusticia...prefiero estar muerta.
Ahora, es cuando realmente tengo miedo. Miedo a mí misma, miedo a no poder hacer nada.
Esto es un verdadero final. Esto es un final que a mi madre le hubiese gustado tener. Un final de historia de libro. Y ese es el motivo por lo que no me vuelvo loca.
Aunque no tenga cerca a mi madre, descansará en mi alma, hasta el fin de mis días.
Me llamo Mary, y he vivido mis miedos.
Mi vida entre palabras.


Fin










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