lunes, 21 de abril de 2014

Historia Corta Número 3: Los Verdaderos Problemas.

Because I´m happy
Come along if you
Fell like a room
Without a roof
Because I´m happy 
Clap along if you
Feel like happiness
Is the truth.

¿Feliz? Vaya mierda de canción, con todos mis respetos, pero es una birria de canción. Apago la radio y me concentro en el libro de Historia. Mañana tengo un examen y...¿qué hago estudiando?, yo nunca estudio. Tiro el libro al suelo, lo que provoca un fuerte sonido.
Abro el armario, y veo mi ropa negra de gótica. Me visto. Voy al baño, y me pinto los labios negros, y la raya del ojo del mismo color. Lo que más me gusta hacer cuando debo estudiar es salir a la calle.
Ando por las calles, y choco el hombro con algunas personas, y ni si quiera me disculpo. Odio a la sociedad, y a este país.
Me siento en una mesa de la terraza de una cafetería y me pido un granizado de limón. Cuando me lo traen, me pongo a jugar al Candy Crush Saga.
Me quedo sin vidas, y un chico guapo, peinado hacia el lado, con camisa azul y pantalones vaqueros marrones claros se sienta en mi mesa, enfrente mío.
-Hola.
-¿Quién eres?-le contesto.
-Un vaso de agua por favor-le dice a la camarera. Lugo, se dirige a mí-. Tu nuevo amigo.
Sonrío mientras frunzo el ceño, una mala combinación. No me había pasado esto nunca, y era bastante graciosa la situación.
-Me llamo Gabriel, y tú eres Laura.
-Espera...¿Cómo sabes mi nombre?
-Soy un ángel.
Este chico me estaba empezando a sacar de quicio. La camarera le trae su vaso de agua.
-Mira nene-le digo-, no te conviene meterte en problemas conmigo. Mi padre es dueño de una empresa multinacional, puedo llamar a alguno de sus guardaespaldas, ok?
Él, apesar de todo, seguía sonriendo. Estira el brazo y me coge el móvil, después, lo mete en el vaso de agua.
-¿Pero es que eres retrasado?
Lo saco, y no funciona.
-Laura, ¿cuál es tu mayor problema ahora?
Harta, me levanto de la mesa, y acerco mi cara a la suya. Y le grito.
-Tío eres imbécil. No te conozco de nada y te presentas en mi mesa. Me hablas como si fuese una imbécil, me metes el móvil en el agua y todavía me preguntas que cual es mi mayor problema. Pues mira, mi mayor problema ahora va a ser la bronca que me va a echar mi madre por el móvil. Que te den.
Dejo un euro en la mesa para pagar el granizado, y me voy, todavía sulfurada por el imbécil de Gabriel.
Me apetece ir al parque, pero no andando, por lo que me dirijo a la parada de autobús. Y me lo encuentro.
-¿Que coño quieres?
-Enseñarte los verdaderos problemas-me dice Gabriel.
Se levanta del banco y me toca el hombro. Noto como el brazo empieza cansarse. Y casi me caigo, en medio de la calle. Los párpados me pesan y duermo.


Me despierto, con mucha calor en el cuerpo. Estoy acostada en un catre incómodo. Y miro alrededor. Estoy en una habitación, con muchas camas al lado mía. La habitación es amplia, y hay una abertura a mi izquierda. Tapada por una cortina de tela azul.
Me levanto, y no veo mis ropas góticas, sino una túnica marrón, con penitencias violetas bordadas en la tela.
Y lo vuelo a ver. A la persona a la que ya tengo aborrecida.
-¿Dónde estamos-mis palabras no hablan en mi idioma, sino en otro que no he oído en mi vida, pero que entiendo a la perfección- ¿Por qué hablo así?
-Estamos en los territorios de una tribu del interior del desierto del Sahara.
-¿Qué eres?
-Ya te lo dije- me repite-, un ángel.


"Hasta que no aprendas los verdaderos problemas de la gente, te hagas una de ellos, y te ganes su confianza, no volverás a casa. Quiero que aprendas a afrontar la vida tal y como es, trabajando, no escuchando música".
Esas fueron las indicaciones de Gabriel, y me deja a mí, sola, en una tribu de personas que a penas conozco.
Llevo una tinaja en la cabeza, que pesa bastante, y eso que todavía no estaba llena. Iba junto a dos muchachas que llevaban la tinaja sin problemas, las envidiaba.
En el camino de vuelta, las tinajas, llenas de agua, pesan todavía más. El cemento de los recipientes se me clava en el cráneo, y el calor me abruma cada centímetro de mi piel. Me empiezo a marear, y veo doble. La boca se me seca, y casi no puedo articular palabra. Las piernas se me cansan y las rodillas se me doblan. Y caigo. la tinaja se cae, y rueda por el suelo. Mis compañeras me echan la bronca, pero no las oigo, porque mi mente está en otro sitio, en mi casa, en mi hogar...cierro los ojos, y duermo.


Dos semanas después...

Me he acostumbrado a esta vida, al menos, lo poco en lo que tardas en acostumbrarte solo dos semanas. He aprendido a recoger los mejores frutos, y el transporte de tinajas ya no es problema.
He conocido a gente, y me llevo muy bien con todos ellos, en especial con las chicas que comparto habitación.
Asik, uno de los cazadores de la tribu, ha cazado un animal muy grande, que no logro identificar, y todos los aldeanos han montado una fiesta. Esto es mucha comida, en comparación con la de otros días. Bebemos, comemos, bailamos, tocamos música y sobre todo, nos reímos.
Me meto en la habitación, y veo lo que menos me esperaba ver. Él.
-Buen trabajo-me dice Gabriel-, ¿lista para volver a casa?
Las lágrimas no tardan en empacharme los ojos, y niego con la cabeza.
-Todavía no.
Él frunce el ceño, y salgo a la fiesta.
-He de marcharme. Las únicas palabras que tengo para vosotros son : Gracias. Me habéis enseñado lo que de verdad son los problemas. Lleváis días sin poder comer bien, por las pocas presas que habéis obtenido, y una que cazáis, os penéis felices, olvidándose de que mañana tendréis que volver a trabajar. Me habéis enseñado una gran lección.
Uno a uno, voy despidiéndome de ellos, algunos sueltan algunas lágrimas y otros sonríen...
-Nos tenemos que ir-dice Gabriel.
Me toca el brazo, y siento otra vez ese mismo cansancio. Dejando a mis párpados como una fina pared, en las que al otro lado se encuentra otro mundo, otra yo.


El sonido del despertador me obliga a abrir los ojos. ¿Ha sido todo un sueño?
No, no, no. Gabriel no ha sido un sueño, ni los niños de la aldea... todo parecía real...
Me levanto, y saco un vestido floreado del interior del armario. No corresponde a nada mi look, y era uno de los pocos vestidos que me quedaban cuando vestía "normal".
Me lo pongo, y me echo un poco de brillo en los labios. Me recojo el pelo en una trenza, que me acaricia el cuello.
Salgo a la cocina, y mi madre se queda boquiabierta con mi nuevo cambio repentino de forma de vestir, pero en vez de comentar solo se limita a mirarme con esos ojos de búho.
-Toma-me tiende 200 euros-, para tu móvil nuevo.
Los cojo...pero se los vuelvo a dar.
-Dónalos a una tribu del desierto del Sahara-le respondo-, diles que se compren nuevas armas, que las tienen muy desgastadas, y cerillas o algún que otro instrumento para hacer fuego.
Mi madre sigue con la cara de susto en la cara.
-¿Pero cómo que donar a..-le interrumpe el sonido del timbre,
-Voy yo.
Camino hacia la puerta y la abro. Me encuentro con el cartero que sostiene una gran caja de cartón.
-¿Laura?
-Sí, soy yo.
-Firma aquí-me tiene una libreta pequeña, donde dejo mi firma estampada. Me da la enorme caja y cierro. Me la llevo a mi cuarto, y mi madre me sigue.
-¿Qué es?
-Ni idea.
La dejo sobre la cama, y veo que lleva una nota:


Tus amigos te quieren,
Gabriel.

Abro la caja y me encuentro con la misma tinaja que trasladé mi primer día en la aldea.
-¿De quien es?
-De unos amigos-digo, con los ojos llorosos-, que me quieren mucho.
Me llamo Laura, y he aprendido cuales son los verdaderos problemas.
Mi vida entre palabras.



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